A cual fiera de selva podría identificarte, tener la sensación de que tu despertar es una grata sensación que asientes con una sincera soberbia, con un rugido bien sencillo que los demás habitantes del lugar, deben escuchar y percatar con sus oídos y controlar con sus miradas, y aterrorizan al comprobar que has despertado, aunque sin afán de pisotear la hierba, de momento.
Con sigilo, esquivando a izquierda y derecha, sorteando el barrizal, evitando cualquier ruido que ponga en peligro tu objetivo, vas teniendo sensaciones de la jugada bien planeada y ejecutada, te acercas muy poco a poco, parando cada movimiento pesado que parezca haberte descubierto, y allá sigues. Te acercas de tal forma, que los demás espectadores de la escena pensamos que esta jugada tan perfecta es obra solo de maestros. Y ahí vas dejándote caer, mirando por el retrovisor, por si alguien intenta reventar la jugada, cuidando todos los detalles, te limpias las ramitas de paja del pecho según vas llegando, preparando la sorpresa, con elegancia como tu solo sabes, con esa sensación de trabajo cumplido y logro conseguido, cuando de repente, ¡crack!, un ruido compromete tu presa, que levanta la vista y divisa tu precioso cabello, y huye.
Lanzas tus rugidos tan fuertes que animales que divisan la carrera salen del circuito, para evitar entorpecer. Sorteas ramas y árboles que la víctima intenta ponerte por delante, tu vas marcando el ritmo, imponiendo tu ley, poniéndole estilo, agitando tu pelo, que los demás admiren la belleza de una carrera perfecta en la que tu participas para ganar.
Ahí estas tu, parado, esperando que la suerte haga su trabajo, y ¡zas!.
La gacela te encuentra de frente donde te habías quedado, sabiendo que era cuestión de tiempo, que un trabajo bien hecho tiene la mayor recompensa, y excitación. Tu jugada salio bien y disfrutas de ello, ahora es tu momento.
Ella te mira y sonríe, con aspecto descuidado, intentando convencerte de que tengas piedad, pero tu sabes que, víctima que dejas escapar, puede ser en un futuro tu máximo enemigo, por eso decides actuar.
Se mueven las ramas amarillas de un lado a otro, rugidos, y golpes, aunque ya sabes que en la victoria final, uno debe degustar la pelea, la sangre que se derrama, las lágrimas, arañazos, miradas de odio, criticas, pero ante todo hay que mantenerse seguro en si mismo, y por supuesto, ganar.
PD: Un día me dijistes que no eras capaz de apreciar lo que escribía, no quiero que lo aprecies sino que lo interpretes, un saludo y aguante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario